viernes, marzo 04, 2011

Hey.. hola ^^

Pues bueno, tenía abandonado esto, sé que debía publicar la siguiente parte no sé hace cuánto tiempo, pero había estado algo ocupada y no me daba tiempo para cubrir todo...

Chicas, no se me ha ocurrido nada que traerles, así que si tienen alguna petición de entrada de Sakai o cualquier otra cosa que quieran que les traduzca pues diganme porque yo estoy completamente seca de ideas...

Ah y disculpen la imagen chafa del blog, pero no he tenido tiempo de hacer algo mejor XDD

Ahora sí, la siguiente parte de la historia, el prefacio y el capítulo 1, aún le debo los comentarios al utor... se agradecen los comentarios que dejen o manden al correo que ya conocen, sus opiniones son importantes ^^

Prefacio.
Es ahora donde me empiezo a mirar en el espejo del pasado. Ya no estoy en el parque donde me dejaste con esta carpeta llena de hojas, ahora estoy en un lugar más seguro y privado, me encuentro en la suite de un hotel frente al Ángel de la Independencia y toda la Ciudad de México iluminada por la noche frente a mis ojos.
Por un momento dudé en tomar de nuevo esta pluma de tinta negra, creo que mi miedo de volver en el pasado es el que me hizo dudar por un corto lapso de tiempo; pero, ¿sabes? Creo que igual mi coraje interno es el que me está impulsando en regresar a todas esas experiencias que viví cuando mi corazón aún palpitaba.
No sé por dónde empezar, a pesar de que llevo días dándole vueltas al asunto. Por más de dos días me senté en este mismo sofá color negro a contemplar la ciudad y pensar qué era lo que plasmaría en palabras acerca de mi pasado.
Pero ahora, con esta vista de luces y la pluma en la mano, me dispongo a contarte cada detalle de mi vida.
Uno: Londres.
Casi no recuerdo los detalles de mis primeros años de vida. Recuerdo a mi madre muy vagamente, una mujer alta y delgada de cabellos largos y castaños; y mi padre un hombre bien parecido y con porte elegante al momento de caminar. Sus nombres: Matthew  y Jenna.
No tengo hermanos, de hecho, no soy hijo legítimo de mis padres, ya que ellos no podían procrear una familia propia me adoptaron cuando aún no tenía conciencia. Jamás supe nada de mi familia biológica, nunca tuve el valor ni las ganas de saberlo.
Jamás podré quejarme del estilo de vida que llevé, mi padre siempre trabajó duro en el banco como ayudante del jefe para darnos una vida, a veces, llena de lujos y comodidades que no cualquier persona en ese tiempo era capaz de pagar.
Para ser honesto contigo, preferiría no decir el año en el que todo esto sucede, por muchas y variadas razones, e igual quiero que sepas que mi edad que te di a conocer cuando nos conocimos es falsa. Tal vez en el trayecto de este relato me atreva a revelarte mi edad exacta; aunque mi punto jamás fue mentirte.
Mi nombre: Calvin Doyle. Hace años que no me refería con ese nombre hacia mí mismo, pero ahora que me encuentro analizando mi vida, no es un nombre feo. Los primeros años no los recuerdo nítidamente, sólo recuerdo que amaba tirarme en la nieve con mis padres, a sentirla entre mis manos. Lo demás son detalles sin sentido, o que considero poco importantes; aunque sí quiero decirte que el recuerdo y esa sensación de felicidad que en ese tiempo sentí no han desaparecido hasta el día de hoy, incluso ahora, un hueco en mi estomago surge con el simple hecho de recordarlos y nombrarlos.
Recuerdo mi casa…una casa de dos plantas; bastante grande; por fuera es (porque es curioso decir que aún existe) de ladrillos rojos y la puerta de madera blanca con tres pequeños escalones para subir a ella, cuatro ventanas que dan hacia la calle. Por dentro era de un color amarillento mostaza  con un rojo parecido al de la fachada en las paredes, decoradas con plantas en cada esquina de la casa y, en la primera habitación al lado derecho de la entada, un piano negro. Las demás habitaciones estaban decoradas con los mejores muebles de la época y siempre bien iluminados. En la parte de arriba, que es donde están los dormitorios, era igual de encantador que abajo, con el mismo color amarillento y rojo en las habitaciones, pero la ventana de mi cuarto apuntaba hacia afuera y recuerdo que en cada noche de invierno –mi estación favorita del año – mi mayor pasatiempo se resumía a sentarme en el pequeño arco blanco de ésta a ver caer la nieve.
Mi padre era un gran músico y, en sus tiempos libres, se dedicó a enseñarme a tocar el piano y la guitarra; como lo hizo mi abuelo con él. Cada navidad y fechas especiales nos reuníamos en la habitación del piano todos juntos a cantar villancicos al lado del acogedor fuego de la chimenea de esa habitación.
Cuando tenía siete años, presente mi primera composición navideña ante toda la familia- que había compuesto en el arco de la ventana de mi habitación.- Recuerdo que hablaba de la felicidad y nostalgia como un sentimiento propio y de la felicidad de esa época del año. Mi padre se sintió sumamente orgulloso de mí ya que, fui yo quien compuse la letra y la melodía.
Desde ese día, lo que hacíamos cada domingo después de la cena, nos sentábamos en el piano a escribir canciones. A veces, él se encargaba del piano, otras veces yo; a veces él cantaba otras veces yo; éramos como un equipo musical donde cada quien aportaba parte de su personalidad y cada idea era bien recibida. Mi madre, por su parte, se dedicaba simplemente a mirarnos con detenimiento con un libro en las manos, decía que la música la llevaba al entorno de la historia que tenía en sus manos.
Aún ahora puedo decir que gusto mucho de estos recuerdos porque me llevan directamente hacia esa habitación color mostaza y me parece oír ahora mismo la poderosa voz de mi padre, con sus tonos casi perfectos acompañados de los míos; es curioso decir que, aunque no es mi padre legitimo, nuestras voces eran tan parecidas que por un momento me sentía más parte de él.
Sin duda alguna, te puedo decir que los primeros años de mi vida, perfeccioné mis habilidades musicales a pesar de mi corta edad, es curioso mencionar que la edad jamás me pareció un impedimento para realizar las cosas.
Te quiero mencionar un dato extraño pero que más adelante cobrará sentido…le temía a la noche. Y ahora que lo pienso desde esta manera, me convertí en lo que temía a los nueve años, que alguien entrara volando por mi ventana y me hiciera daño; por eso, siempre dormía con la luz encendida del pasillo, no sé, creo que me daba seguridad o algo por el estilo.
Ahora mismo trato de recordar más aspectos como esos, pero nada…las imágenes que pasan por mi cabeza en estos momentos son tan borrosas como una televisión sin señal. Lo que sí me llegan muy presentes son los sentimientos, aunque, has de saber, que plasmar las emociones tal y como uno las percibe es muy complicado.  Desearía contarte algo más pero, me temo que mi cabeza se nubla como un extraño día de verano; y ahora, creo que estoy llevando esto más lento para no tener que llegar al momento más triste de toda mi existencia.
Por si te lo preguntas, jamás pensé en la música como una herramienta para mi sustento, sino más bien como  un pasatiempo que podía compartir con mi familia los domingos. Lo que realmente me apasionaba era sentarme en el arco de mi ventana a leer un libro y a veces, cuando tenía alguna idea, igualmente las plasmaba todas en papel como lo hacían mis autores favoritos.
Pero, si algo me ha enseñado la vida, es que está llena de sorpresas y que cada persona tiene su destino en la vida y el de mis padres, desafortunadamente me tocó verlo y es el momento en que mi vida da un giro y toma el camino que me lleva a ser lo que soy.
Salíamos de un teatro en el centro de la ciudad, estaba lloviendo; como sabrás, las salidas de los teatros daban hacia callejones que después se conectaban con la calle principal; así que, como a mi madre no le gustaba salir con toda la gente por su temor a los lugares cerrados, siempre salíamos antes, es por ello que el callejón estaba vacío y una tenue lámpara iluminaba el largo camino hacia la calle principal. Caminábamos riendo y comentando la obra, yo iba en medio de mis padres sosteniendo sus manos con las mías, y, en una décima de segundo, las risas de unos hombres ebrios hicieron callar nuestras voces, nos quedamos parados en silencio viéndonos unos a los otros mientras mi padre nos hacia callar con su dedo índice sobre sus labios, se apresuró a caminar sigilosamente por la obscuridad para saber qué es lo que estaba pasado, yo, me aferré a las ropas de mi madre mientras unas lágrimas de inseguridad brotaban de mis ojos, ella me miró con una sonrisa tranquilizadora y de pronto pasó lo inevitable.
Las risas de los hombres aún sonaban por todo el callejón envuelto en penumbra, en el centro estábamos mi madre y yo intentando no hacer ruido, inmóviles. Mi padre caminaba ya hacia nosotros para apoyarnos y seguir nuestro camino a lo largo de todo el callejón, pero jamás llegó a nosotros. Un hombre más alto que él con la ropa gastada y sucia se le acercó con pasos extraños y apuntándole con la botella de vino barato que traía en una de sus manos; por su aspecto, parecía jamás haberse bañado ni atender su higiene personal, ya que tenía una barba larga y sucia, el cabello enmarañado y olor indescriptible; con sus pasos tambaleantes poco a poco llegó a mi padre que se había quedado a unos pasos de nosotros y tenia mirada cautelosa:
-¿Le puedo servir en algo, buen hombre? –dijo mi padre con voz fuerte y segura, aunque sabía que en el interior moría de miedo…temía por nosotros.
-¡¡Dame todo lo que traigas, miserable hijo de puta ricachón!! –Dijo el hombresuelo sucio mientras estrellaba la botella de vino contra la pared y se quedaba en la mano sólo con un fragmento y apunto a mi padre con los filosos vidrios.
-No hay necesidad de eso…baja…baja la botella…mira, ten todo mi dinero… - dijo mi padre mientras buscaba su billetera en la bolsa de su abrigo negro y, al terminar la frase le tendió al ladrón todo el efectivo que tenia.
-¿Crees que lo que quiero en tu dinero, burgués estúpido? ¡¿Crees que soy tan miserable que lo que quiero es tu dinero?! ¡¡Mírate!! Lo tienes todo…y que hay de mí… ¡Yo no tengo más de lo que vez! Y tú… –dijo y miró a mi padre, después desvió la mirada hacia mi madre y después hacia mí, sentí su mirada llena de furia y tristeza mezclados y de nuevo apuntó hacia mi padre con la botella rota - …Yo alguna vez lo tuve todo pero…ahora soy un renegado más de esta mierda de sociedad…
-Mira, no hay necesidad de todo esto…yo puedo ayudarte, darte un empleo…que vuelvas a ser quien eras…
-¡Lo que menos quiero es causar lástima! ¡¡Yo no necesito de nadie nada…a excepción de esa bella dama que te acompaña…me complacería como nadie…apuesto que coge como una diosa….
Al oír esto mi pare se precipitó hacia el hombre, lanzándole un golpe a la mandíbula, el hombre cayó al suelo pero así como cayó rápidamente se puso en pie y, con la botella en la mano se apresuró hacia el estómago de mi padre, en donde, de pronto comenzó a brotar sangre de donde estaba la botella… mi padre miró al hombre con ojos llorosos, después poco a poco, al caer, nos miró a mi madre y a mí y permaneció ahí en el piso con el estomago y todas las ropas manchadas de sangre. Mi madre grito un “¡No!” con dolor en la voz y el hombre ahora nos miró a nosotros con furia en los ojos, tomó la botella de las entrañas de mi padre y caminó hacia mi madre con el cejo fruncido, tan pronto llegó a ella comenzó a tocar todo su cuerpo y a darle besos por todos lados; mi madre, con una fuerza increíble, me desprendió de sus ropas y me aventó contra unas cajas de madera que había en el callejón, me acurruqué en un rincón a llorar sin ser capaz de hacer otra cosa; el hombre llevó a mi madre a la esquina más obscura del callejón y sólo se podían oír los gritos de desesperación de ella, mezclada de gritos de mi nombre…decidí caminar hacia donde estaba mi madre y hacer todo lo posible para liberarla de ese barbaján, poco a poco caminé en silencio y crucé por el cuerpo de mi padre para ir hacia donde mi madre. 
Al llegar ahí, me encontré con una escena perturbadora: Mi madre desnuda cortada por todos lados con los cristales de la botella…manos, cuello, piernas y el hombre la seguía besando mientras ella con sus fuerzas restantes trataba de separase de él. Hice lo que me dictó mi instinto…me lancé hacia el hombre y comencé a golpear con todas mis fuerzas, el hombre se distrajo y me lanzó con una patada contra la pared, mi madre sollozaba y me miraba con los ojos sumamente rojizos, el hombre dejó caer a mi madre de entre sus brazos y caminó hacia a mí…mi madre yacía en el suelo mojado, desnuda, con las ropas rasgadas a la fuerza y me miró con expresión tranquilizadora, incluso una sonrisa brotó de sus labios y ahora fue ella quien corrió hacia el hombre que aún caminaba lentamente hacia mí empuñando la botella, el hombre al sentir el contacto del cuerpo de mi madre giró y ahora ella fue quien se estrelló contra los vidrios de la botella rota y la vi caer al instante en los brazos de la muerte.
Pero en lo que todo esto ocurría, la gente comenzaba a salir del teatro y se topó con la escena, es por ello que el hombre salió corriendo al ver a toda la multitud de gente dejando caer de su mano el arma asesina. La gente exclama por la sorpresa…yo no podía creerlo…incluso ahora la escena es tan real y vívida que aún me siento detrás de esa fría pared con un fuerte golpe en la cabeza y los ojos llenos de lágrimas.
La seguridad del teatro salió inmediatamente y observó todo en silencio, la gente que salía del teatro comenzaba a formar una rueda alrededor del todo el disturbio y del río de sangre. Un hombre con uniforme de policía caminó hacia mí y me tendió una de sus manos…lo único que yo necesitaba era sentir la compasión de alguien, corrí y abrasé a ese desconocido llorando sin control, él permaneció de cuclillas ahí mientras yo veía los cuerpos inertes de mis padres. Pasado un momento el hombre me retiró de ahí en sus brazos y me llevó al frente del teatro mientras los autos de las autoridades llegaban a recoger los cuerpos de mis padres.
Jamás volví a ver su cuerpos, jamás los volví a ver…En ese instante comprendí el profundo dolor de la muerte…ese frio sepulcral en que se funde la tristeza con el infinito. Permanecí en la sala donde se había dado el espectáculo mientras entraban y salían hombres gritando y dando órdenes…yo decidí no escuchar ni un ruido más y me fundí en la escena de un escenario vacío…sin público…sin nada. Estaba solo y así debía de enfrentarme a la vida. SOLO.